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4 enero, 2012

Cómo quiero que me sirvan el vino

Arturo Pardos, tras una irreverente vida hedonista, nos cuenta en la segunda edición de su provocador libro: cómo quiere que le sirvan el vino.


La fluida y juguetona prosa de Arturo Pardos nos sumerge en un mundo muy particular: el del servicio del vino en el restaurante de la mano del sumiller, y nos ayuda a reflexionar sobre prácticas y hábitos, que no por extendidos, son menos erróneos. Y reivindica con pasión todo un ritual para crear un momento único de disfrute.

 

Como reza la contraportada del libro: “El mejor vino del mundo puede convertirse en el peor vino del mundo si es servido con un agitado y desafortunado descorche por un camarero que, además, se cree dueño de una botella cuidadosamente elegida y casi siempre mejor pagada. Existen situaciones en los que nos apetecería denunciar el incorrecto comportamiento de quien nos ha servido el vino, pero el desconocimiento de la “etiqueta” nos impide enfrentarnos a la seguridad y a veces petulante actitud del sumiller”.

 

         

 

Cómo quiero que me sirvan el vino nos empuja a pensar sobre cómo debe presentarse la carta de vinos, el transporte de la botella a la mesa, la correcta presentación y apertura de la misma, el adecuado servicio, la idónea temperatura del vino, y el ritmo de llenado de las copas. Dedicar 353 páginas a estos detalles puede parecer un gran absurdo, pero cómo bien defiende el Duque de Gastronia: “La ignorancia y la dejadez en el servicio conducen inexorablemente, a la destrucción del placer”.

 

Arturo Pardos sabe muy bien lo que nos cuenta en su libro, pues fue durante años monaguillo antes que fraile, desde su emblemático restaurante de la plaza de Chueca: La Gastroteca de Stéphane y Arturo, donde generosamente regaba las noches de seductores borgoñas, o de chispeantes burbujas festivas de su amado champaña. Y para educarnos el oído, que mejor que el marcapáginas musical del libro de tapones de cava y champagne, donde con un poco de práctica sabremos diferenciar un excelente re de un corcho en su plenitud, al caído si, cómo inequívoco signo de decrepitud de la botella.

 

 

 

Contado con rigor, pero sin perder un ápice de humor, estas páginas, que se beben de una tacada, nos permite reflexionar sobre el placer y su disfrute en los tiempos mezquinos del todo vale. Arturo Pardos, guerrero luchador de los derechos del bebedor, es nuestro embajador en este singular periplo, que a nadie dejará indiferente.

 

Jesús Bernad



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