Reportajes

17 marzo, 2014

Ribera del Duero Roble, un vino versátil

Vino pionero de la ribera que suma su explosiva frutosidad con las notas de barrica.


“Con el Roble intentamos acercarnos a un público más joven, por el predominio de la fruta, aunque bien ensamblada con la madera”, afirma Teresa Rodríguez, directora técnica de la bodega Tarsus, y que resume la importancia de este vino en la Denominación de Origen de Ribera del Duero, que ya supone un 50% de las ventas del total, el doble que el vino joven, y que busca ampliar el consumo.

 

 

 

No está del todo claro el momento en el que este tipo de vino comenzó a elaborarse en la Ribera del Duero pero varias fuentes afirman que fue en el año 1995, siendo pionera la bodega Protos, la conocida ex cooperativa de Peñafiel, en la actualidad totalmente modernizada aunque mantiene del pasado sus espectaculares cavas subterráneas debajo del famoso castillo. Cuentan que, debido al elevado precio de  la uva entonces le dieron un mayor valor añadido al vino criándolo unos meses en barrica justificando, de esta forma, su precio; también este vino joven se usaba para envinar las barricas nuevas antes de su uso en los crianzas.

 

Un vino Roble, categoría que todavía no es el legal como tipo de vino en la Ribera del Duero, y que, seguramente, se solucionará con el nuevo reglamento, es un vino joven que realiza una corta crianza de entre 3 meses (el tiempo mínimo para que la madera marque su impronta en el vino) y 9 meses para los tintos más robustos. Con 12 meses en barrica el vino se convierte en vino de Crianza. Estos vinos se denominaban en un principio semicrianzas, medias crianzas, barricas o roble, siendo esta última denominación la que actualmente predomina en las etiquetas. Respecto a este punto para que pueda denominarse Roble el Consejo Regulador pide que aparezca en la etiqueta el número de meses que el vino ha reposado en barrica.

 

Ignacio Figueroa, director técnico de Bodegas Raíz, ubicada en Roa, compañía famosa por su excelente queso de oveja churra Páramo de Guzmán, define el Roble como: “un vino que tiene fruta divertida, latente, que mantiene la cremosidad de la barrica, un vino amable, para chatear y muy aromático”. En este punto tiene un papel fundamental la variedad Tinta Fina o Tinta del País (de explosivos aromas de grosellas, frambuesas, moras, violetas y regaliz) como se denomina en la región la mejor variedad tinta autóctona española, la Tempranillo. Carlos Guzmán, director técnico de Protos, considera: “el vino denominado Roble es el hermano pequeño de la bodega pero no de inferior calidad”.

 

Es un vino producto de procesos muy elaborados desde que se recoge la uva de la viña. El responsable de Protos en las últimas décadas nos cuenta que las uvas de las cepas viejas las destinan a los vinos de Crianza y Reserva y que para el Roble prefieren una mezcla de viñas con edad de entre 20 y 25 años y viñas de plantaciones más recientes. El director técnico de Viña Mayor, Manuel Iribanegaray, nos comenta que prefiere: “utilizar los viñedos más jóvenes de zonas frescas o los ubicados a más altitud para buscar una mayor expresión frutal; las viñas idóneas tienen una edad entre 15 y 20 años, estas aportan vivacidad y el óptimo frescor por su acidez natural, de esta forma el Roble resulta un vino juguetón cuya principal virtud es el afrutamiento pero con un soporte de barrica que le aporta complejidad”.

 

 

 

La elaboración del vino de Roble también difiere de sus hermanos mayores, los Crianzas y Reservas. Como explica la enóloga de Tarsus, Teresa Rodríguez: “para potenciar la frutosidad del vino lo primero que hacemos es enfriar las uvas a 10º C, después maceramos su mosto con los hollejos en frío durante 4 días para extraer los mejores aromas y el color más óptimo; este fermenta luego a temperaturas bajas, entre 18 y 22º C, fomentando sensación de frescor y notas afrutadas para, posteriormente, dejarlo reposar en barrica de roble de forma que la madera se integre en su conjunto, convirtiéndose así en un vino más serio y complejo”. En Tarsus el vino madura en barrica 4 meses, una parte hace la fermentación maloláctica en barrica de roble americano, 70%,  y un 30% en barrica de roble francés para aportarle complejidad aunque tan solo un tercio del total son barricas nuevas y el resto, de varios vinos.

 

Algunas bodegas siguen utilizando las barricas nuevas para envinarlas con sus vinos jóvenes, como Páramo de Guzmán, con su Raíz Roble; otras, solo utilizan un 20% de barricas nuevas de roble americano como ocurre  con el Protos Roble. Natalia Sanz, gerente de la bodega Señorío de Bocos afirma:” nuestro Roble realiza una crianza de 6 meses, el 50% en barrica de roble americano y francés, pero son barricas ya usadas, un máximo de 4 años para evitar que el vino este muy cargado de madera, por eso estos vinos nunca estrenan barricas sino que se destinan a los crianzas por sus coste más elevado”. En Viña Mayor solo utilizan barricas de roble americano para el Roble y nunca son nuevas sino que tienen de uno a dos años para evitar que la madera se apodere del vino.

 

 

Jorge Bombín, director técnico de Legaris, bodega perteneciente a Codorníu, defiende la barrica de roble americano para los vinos de tipo Roble: “el roble americano le aporta enseguida la sensación de madera, y encaja mejor con la fruta; hace la crianza más rápida y aporta aromas sencillos, hace el vino más goloso y menos tánico que el francés”. Aunque algunas bodegas prefieren este último tipo de roble en sus barricas, como ocurre con el Pago de los Capellanes Joven Roble, que reposa 5 meses en barricas nuevas de roble francés de tostado medio, elección que según Paco Casas, director técnico de la bodega, considera que aporta una gama aromática más amplia, y el elegir barricas nuevas se debe a que este vino joven extrae el primer tanino de la barricas y la deja preparada para los crianzas.

 

El Legaris Roble supone ya el 50% de las ventas de la bodega, y su éxito comercial se debe, según Bombín:” al perfil de vino con mucha fruta, goloso, fácil de beber, un vino que demanda el consumidor, agradable, sencillo, de trago largo e idóneo para maridar con tapas, carnes, pescados, pastas y arroces. Vino muy versátil, de adecuada relación precio calidad, y que el consumidor valora muy positivamente por su ajustado precio”. Sin duda este es uno de sus principales valores, excelente precio para su alta calidad, que lo convierte en el más adecuado para chatear en la barra de un bar o para degustar como vino por copas.

 

 

Manuel Iribanegaray, de Viña Mayor, opina sobre sus aplicaciones gastronómicas: “a mí me parece que el Roble es un vino muy adecuado para el tipo de cocina actual, más desenfadada, perfecto acompañante de platos de pasta, arroces y cocina oriental y también es un vino para tomar a diario, un vino como el que consumían nuestros padres”. Para su bodega supone ya el 30% de sus ventas, donde tiene más peso el Crianza; mientras, en una bodega con menos de una década de existencia, Señorío de Bocos, supone el 80% y para la célebre Protos un 65%; el  Raíz Roble y Legaris Roble alcanza un 50% de las ventas, y en Tarsus y Pago de los Capellanes, supone un menor volumen, un 40%.

 

 

 

El Roble, un estilo de vino que nació hace dos décadas en la Ribera del Duero y que suma la explosiva frutosidad de la Tinta Fina con la complejidad, cuerpo y estructura que le aporta la barrica de roble, se ha convertido en todo un éxito de ventas, tal vez favorecido por la actual situación económica y por ser un estilo de vino desenfadado que demanda el consumidor.

 

 



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