Reportajes

1 noviembre, 2011

Davidoff, nobleza del cigarro dominicano

Los cigarros Davidoff son fruto del exquisito cuidado de sus tabacales del valle del Cibao.


“Disfrutar de un cigarro puro tiene que ver con el placer refinado de vivir” afirmaba Zino Davidoff, a la vez que recomendaba: “Fume menos, pero fume mejor; convierta su afición en un culto, en una filosofía de vida”. El fundador de esta emblemática marca de cigarros viajó durante su juventud por Sudamérica y Centroamérica, culminando su periplo de cinco años en Cuba, donde aprendió el proceso del cultivo del tabaco y de la fabricación del cigarro puro. De regreso a Suiza, donde se encontraba exiliada su familia de origen ruso, instaló en la tienda de puros de su padre una novedosa cava de conservación, que junto al lanzamiento de su célebre serie Gran Crú, le convirtió en el tabaquero de referencia en Europa.

 

           

 

Junto con su socio, Ernst Schneider, su apellido adquirió renombre internacional como exclusiva marca de lujo, y tras varios años elaborando los cigarros en Cuba, la compañía se instaló en 1991 en República Dominicana, donde se producen en la actualidad. El valle del Cibao es la principal región tabaquera de este país caribeño, cuya capital de la región es Santiago de los Caballeros. Su singular orografía es la responsable del idóneo microclima para el cultivo de esta planta solanácea, protegida por la cordillera Septentrional y la cordillera Central, que impiden que lleguen al fértil valle los destructivos ciclones: un vergel de arrozales, palmas reales y finca ganaderas.

 

En Villa González, en pleno corazón del Cibao, se alza la moderna fábrica de tabacos Davidoff, trasladada hace más de una década desde el centro de Santiago, tras sufrir un destructivo incendio. Ochenta campesinos, propietarios de 325 hectáreas de terreno, entregan sus hojas esmeraldas a la fábrica, de las tres variedades que predominan en el valle: Piloto, San Vicente y Olor, que conforman la tripa y capote del puro dominicano, mientras que las sedosas hojas de capa que Davidoff utiliza en sus cigarros son de la variedad Connecticut, cultivada en Ecuador.

 

          

 

Los tabaqueros trasplantan los pequeños plantones en invierno, y 45 días después el tabaco ya tiene una envergadura de dos metros, momento en que se procede a su cosecha, hoja por hoja, desde la parte baja de la planta, dejando una semana de tiempo entre cada piso foliar. El proceso de secado se realiza en los ranchos techados con hoja de palma, donde las ristras de hojas cosidas cuelgan en cujes de madera a distintos niveles; durante cuatro semanas el veguero supervisa el uniforme secado, que transmuta el verde esmeralda en un tono marrón claro, y una vez culminado el secado se apilan las hojas para su primera fermentación.

 

En Jicomé se añejan las hojas de volado, seco y ligero, de las tres variedades: Piloto, Olor y San Vicente, de forma que a los tres años llegan a las manos de Eladio Díaz, responsable de calidad, que supervisa las 380 tipos de ligas de hojas que se realizan en la fábrica, para sus marcas Davidoff, Avo, Zino, y Winston Churchill.

 

Hendrik Kelner, descendiente de holandeses que se instalaron en el valle para comerciar con tabaco, está considerado el mago de las ligas. En la oficina del presidente de esta moderna fábrica disfrutamos de varios tipos de cigarros que nos ilustran sobre como compone sus cigarros. El primer cigarro es de la variedad Olor Dominicano, de tabaco originario del valle, y que se caracteriza por su suavidad, con iniciales notas dulces y saladas al final, que Kelner utiliza para realzar otros sabores.

 

          

 

Degustamos después un cigarro de San Vicente, cuya primera sensación es de mayor complejidad, haciéndonos salivar de forma que evita la sensación de sequedad del cigarro, pero carece de persistencia, por lo que se utiliza como base. Por último nos ofrece un cigarro de Piloto, variedad de origen cubano, y que nada más encenderlo nos trasmite un intenso amargor, con sensaciones profundas, pero que deja una cierta sequedad en la boca. Kelner afirma que ninguno de los tres cigarros esta completo y que el atractivo de la liga es buscar su equilibrio de sensaciones.

 

Nos ofrece un cigarro con los tres tipos de tabacos, y el resultado es sorprendente: una entrada dulce, que da pasó a un agradable amargor, con recuerdos especiados de pimienta y un final de café amargo, pero sin sensación de sequedad, de un persistente final muy placentero. Es una de las ligas clásicas de Davidoff, el Gran Crú Nº 3.

 

En la fábrica reina la pulcritud y laboriosidad de los tabaqueros, que llevan a sus pupitres los paquetes de hojas para torcer su cigarros. Trabajan en parejas: uno elabora las hojas de la tripa del cigarro, en la proporción adecuada y ubicando siempre el tabaco ligero en el centro, y ayudándose con una banda de tela plastificada, donde coloca la hoja de capote, para después pasar a enrollar el cigarro. Con esta innovación se mejora la regular distribución de tabaco en su cuerpo, así como evita la torsión de las hojas, como puede ocurrir en el torcido totalmente manual, mejorando el tiro de puro. Este bunche así formado se lleva a la prensa, y de allí pasa a un segundo tabaquero que se encarga de pasar la fina capa y conformar la cabeza del cigarro.

 

           

 

El control de calidad es exhaustivo en la fábrica, donde varios operarios proceden al pesado del puro, a la vez que miden su grosor y longitud exacta, y cada cierto tiempo, el supervisor enciende un cigarro valorando su adecuada fortaleza y pareja combustión. En una luminosa sala cercana vemos concentrarse hasta 3.000 cigarros en una mesa de selección de color, donde se clasifican según su destino: los tonos más claros para los países de Centro-Europa, los tonos oscuros para Estados Unidos, y los rojizos para España. Una vez anillados los cigarros, se fumigan para evitar la aparición de la carcoma del tabaco, y se transportan en avión a su destino final, donde se realizará un último control de calidad, antes de su envasado final en las cajas de cedro.

 

Una suma de cuidados y desvelos, desde el semillero hasta su inmolación en azuladas volutas, que nos permite disfrutar de la elegancia de sensaciones de los cigarros Davidoff.

 

Jesús Bernad



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