10 octubre, 2011
La Classic Malt Crusier, una travesía por las islas Hébridas escocesas visitando sus destilerías.
La travesía en velero por las islas Hébridas, descubriendo sus mejores whiskys de malta (tan marcados por las notas ahumadas de la ancestral turba), nos invita a rememorar los orígenes de la navegación por estas costas. Nuestro punto de partida es la población costera de Oban, un pueblo pesquero formado alrededor de la destilería (1794), una de las más antiguas de Escocia. Pasear por sus calles bulliciosas es una delicia, con edificios históricos, y su hermosa playa llena de ruidosas gaviotas. El paseo marítimo culmina en su puerto, lugar de partida de los numerosos ferris que recorren estos mares. Coronando la turística población se encuentra McCaig’s Tower, un monumento victoriano que imita al coliseo de Roma. Y a sus pies se encuentra la destilería Oban, junto al acantilado donde antaño llegaba la playa.
Los whisky de Oban son un punto intermedio entre los robustos whiskies de las Highlands y los ahumados y turbosos de las islas; su nivel de ahumado es suave, de carácter afrutado, con buena persistencia, por lo que resulta idóneo para acompañar el sabroso salmón ahumado escocés. Oban 14 años, malta de esta pequeña destilería que posee tan solo dos alambiques, tiene un gusto más salino y marino que nos remonta a sus orígenes. Mientras que Oban 18 años, es más balsámico y posee una mayor madurez por su larga crianza en barrica de Bourbon. Tal vez el más original de la gama es el Oban 1992 Double Mature, de producción limitada, que suma los 14 años iniciales de madurez en barricas de bourbon, seis meses finales en botas de fino de Montilla. Su paladar es seco y salino, con recuerdos yodados, y con aromas de frutos secos, orejones y uvas pasas.
La lúdica regata patrocinada por Diageo, de una semana de duración, recorre cuatro de sus mejores destilerías: Oban, Caol-Ila, Lagavulin y Talisker, discurriendo por paisajes agrestes de gran belleza. Un gaitero despide a los 50 veleros que participan en la regata, formando un círculo en la bahía de Oban, para tomar rumbo sur. Tras una placida jornada de navegación recalamos en la isla de Islay, ubicada frente a las costas de Irlanda, cuyos maltas pasan son los más potentes y ahumados de Escocia. Es el malta primigenio, con marcadas notas de turba, el combustible más común de la isla, que apasiona a los buenos aficionados.
En la costa noreste de Islay, en Port Askaig, se encuentra la destilería Caol-Ila, no muy conocida en España, pues un 95% del su whisky se destina al famoso blended Johnnie Walker. Aunque la destilería tiene un origen centenario, fue totalmente reconstruida en 1974, con unos luminosos ventanales en la sala de alambiques. Sus maltas son robustos y sabrosos, con notas yodadas y salinas, muy especiado, pero con un nivel de ahumado medio, que lo convierte en idóneo para disfrutar con postres de chocolate, ó en una pausada sobremesa con un cigarro puro Habano. Caol-Ila 25 años es más potente y muy balsámico, con un final yodado y especiado muy singular.
Vistamos en el sur de la isla la nave de malteado de Port Ellen, donde se remoja los granos de cebada en cubas de madera durante un día, y luego se deja germinar. Allí se encuentran también los hornos de secado con turba, qué dependiendo del tiempo de exposición, así será su nivel de ahumado. En la costa sur de Islay disfrutamos de la potencia y rotundidad del Lagavulin, destilería fundada en 1816 en una bahía donde se puede observar las ruinas de la fortaleza de los antiguos señores de la isla, de origen noruego. Las aguas del manantial que suministra a Lagavulin tienen color chocolate, tras recorrer los campos turbados de Islay; el largo secado de la cebada germinada con humo de turba, los convierte en uno de los más potentes en la nariz (45 ppm de fenoles). El paladar muy seco, turboso y de rotundas notas yodadas del Lagavulin 16 años, es idóneo para acompañar platos de caza, como los tradicionales de ciervo rojo que preparan en la región.
A dos jornadas de navegación rumbo norte, en mar abierto, recalamos en la isla de Skye, donde se ubica la destilería de Talisker. Nuestro barco, el Eda Frandsen, un antiguo pesquero noruego reconvertido en velero, navega muy escorado, y ante el mínimo cambio del viento, su capitán ordena a la tripulación el cambio de velas, que izábamos a mano. Cuando nos cruzábamos con otros veleros de la regata, nuestro capitán se calzaba un sombrero de pirata, y bombardeaba a las embarcaciones con globos llenos de agua, arrojandolos con gran precisión mediante unas gomas elásticas.
Skye, la mayor isla de la Hébridas, posee una espectacular belleza por sus imponentes montañas, las Cuillins, de más de 1.000 metros de altitud. La única destilería de la isla en la actualidad es Talisker, uno de los maltas más premiados de Escocia. Tierra salvaje, de puros manantiales, cuyo whisky deslumbró a Robert Louis Stevenson. La destilería data de 1831, época en que realizaba una triple destilación (como hoy en Irlanda), por lo que todavía cuenta con tres alambiques pequeños para los low wines y dos grandes para destilar el spirit.
Willie McDougal, director de Talisker, nos da a catar el aguardiente que fluye de los alambiques con una marcada personalidad especiada, de pimienta negra. Todos los Talisker, desde el 10 años al 18 años de madurez en barricas de Bourbon, muestran una gran complejidad de sabores y aromas, por lo que es en uno de maltas más originales. Su paladar salino, ahumado y yodado, acompaña muy bien a las tersas ostras de la fría costa escocesa. Y como novedad pudimos catar el Talisker 57º North, un Natural Cask Strenght, redondo, cálido y muy especiado, con un punto medio de turba, muy seductor. En la degustación no podía faltar el Talisker Distillers Edition Double Mature, malta con un acabado en botas de vino Amoroso de Jerez, que le aporta unas deliciosas notas melosas.
La regata culmina con una cena acompañada de música tradicional escocesa, The Celtic Chaos, donde las parejas de baile disfrutaron del endiablado ritmo de los violines y las gaitas. Una intensa lluvia nos despidió de Skye, y tan solo alcanzamos a pensar, que estas gloriosas gotas de agua, en una década, se convertirían en nuestro whisky de malta favorito de las islas Hébridas.
Texto y fotografías: Jesús Bernad