Gintonicmanía

España se ha convertido en el epicentro mundial del Gintonic. Esta moda, que va en ascenso desde el comienzo de la crisis –curiosa coincidencia-, se ha extendido desde los bares de coctelería más vanguardista de ciudades punteras como Madrid, San Sebastián o Barcelona a los mejores restaurantes y locales del país. Y la locura por esta sofisticada copa no parece que vaya a remitir en los próximos años; ¿o sí?


Pasión por el Gintonic

Cualquier local que se precie de tener una atractiva oferta de ginebras en España, al menos cuenta con una docena de ellas, llegándose en los modernos templos del buen beber a rebasar el centenar de propuestas, que se enorgullecen de elaborar al menos la misma cantidad de posibles Gintonics. En España, se pueden encontrar en este momento unas 260 ginebras, la mayoría de ellas con excelentes presentaciones y originales armonías entre sus ingredientes botánicos, y más de una docena de buenas tónicas. Conviene recordar que la ginebra es una bebida espirituosa cuyo ingrediente fundamental es la baya de enebro, y que debe tener un distintivo carácter de esta pequeña baya azulada, que crece de forma silvestre en las colinas toscanas y montañas de Croacia, por citar solo algunos de sus orígenes de reconocida calidad.


Ingredientes botánicos de las ginebras, y las imprescindibles bayas de enebro

La amplísima gama actual de ginebras y sus originales propuestas nos hace pensar que todavía no se ha alcanzado el límite creativo. Desde las clásicas London Dry Gin, con tan solo 4 ó 5 botánicos, (eso sí muy satisfactorios y con pleno equilibrio de sensaciones), a las nuevas creaciones con más de una decena de ellos, que conforman una rica polifonía de sensaciones: ¿con cuál no quedamos?.. Ambos tienen su momento y, una persona culta en bebidas espirituosas, sabrá elegir el suyo para disfrutar de cada tipo de ginebra. Tener más botánicos no es mejor, ni peor, pues todo depende del equilibrio sensorial conseguido. Las actuales ginebras se pueden dividir en distintas familias, principalmente por la gama aromática que predomina; así encontramos ginebras florales, con etéreos pétalos de rosas o de flor de saúco, de cuerpo ligero; ginebras cítricas, donde predominan las refrescantes notas del limón, lima, pomelo, naranja o bergamota; London Dry Gin clásicas, con la impronta del fuerte carácter del enebro y un paladar seco sin concesiones; ginebras espaciadas, que despliegan el exótico cardamomo, canela, comino, coriandro o la nuez moscada; afrutadas, con marcadas notas de frutillas silvestres o con notas tropicales de frutas maduras y, ginebras herbáceas, con sugerencias de menta, tomillo, albahaca o romero. Esta división, un tanto arbitraria, puede servirnos de orientación al pedir al barman una nueva ginebra a descubrir.



La amplia gama de tónicas premium

La moda de las ginebras premium está sabiamente conjugada con una gran gama de tónicas premium, elaboradas a partir de la mejor quinina así como otros productos cítricos naturales que alcanzan un buen equilibrio entre sus sensaciones dulces y amargas, con un final refrescante. En su lógica evolución, encontramos originales tónicas aromatizadas con diversos botánicos: frutas cítricas como limones de Sicilia o naranjas amargas de Tanzania; florales como azahar, violeta y lavanda; especiados con notas de pimienta y cardamomo; con hierbas balsámicas mediterráneas, del tipo tomillo o romero. Todas ellas, abren un abanico de posibilidades gustativas que enriquecen los posibles combinados de ginebra y tónica; y aunque muchas de ellas son todavía desconocidas entre los aficionados al Gintonic, merece la pena que sean descubiertas.


Gama de tónicas Fever Tree, y amplia selección de ginebras en Londres.



Cómo quiero que me sirvan mi Gintonic

Nuestro querido colega Arturo Pardos acaba de lanzar la segunda edición del libro: “Cómo quiero que me sirvan el vino”, en el que desglosa los numerosos errores y malentendidos que pueden ocurrir en la mesa de un restaurante cuando sirven el vino. Inspirados por su irreverente análisis, vamos a desglosar los aciertos y desaciertos más habituales en la preparación de los Gintonics en las barras de los bares. Nadie puede dudar que se ha mejorado mucho en el servicio de esta copa en la mayoría de los bares y restaurantes de nuestro país (las discotecas son otro mundo, en muchas de ellas y en los lugares de ocio juvenil masivo continúa el predominio del vaso tubular, primando la cantidad de lo ingerido sobre la calidad). Vasos anchos del tipo sidéreos y esbeltas copas de balón se imponen en la elaboración de esta copa. Y no hay racanería con los hielos: densos y sólidos que enfrían el combinado sin aguar la copa, siempre que ésta se disfrute en un tiempo razonable (entre 15 minutos y media hora). La cantidad de ginebra en la mezcla final ha moderado su presencia pasando, en tan solo una década, de ocupar un tercio de la copa a una quinta parte de la misma (50 ml de ginebra y 200 ml de tónica). De esta forma, se ha convertido en una copa civilizada, más acorde a nuestro tiempo, donde prevalece la calidad frente a la cantidad, para disfrutar plenamente sin tener que sufrir los perniciosos efectos de una ingesta masiva. Un trago largo, refrescante, que ha atraído a nuevos consumidores, muchos de ellos jóvenes, que antes consideraban al Gintonic como una copa anticuada y ahora la ven con glamour y sofisticación.


Bartender creando cóctel de ginebra, y el Maestro Destilador de la ginebra Nº 209.



Cómo no quiero mi Gintonic

Si la única opción para tomarme un gintonic es un vaso de tubo, mejor me tomo un ron o un whisky, pues no se mezclan bien los ingredientes, y resulta incomodo de disfrutar. A veces, las modas crean sus propios monstruos como ocurrió con los malos imitadores de la tortilla de patata deconstruída de Ferrán Adrià, y el cuidado exquisito en su elaboración se convierte en un espectáculo. Aunque, sin duda, el show forma parte de la gintonicmanía que nos arrebata. Furiosos camareros llenando a tope la copa de balón con miles de hielos duros como piedras, donde casi ni entra la cucharilla para removerlos y así enfriar la copa (y como resultado, los últimos tragos del gintonic están congelados y no saben a nada); furiosas camareras estrujando con movimientos rápidos, casi compulsivos, una cáscara de limón, que dejan tan seca que ya no le queda una sola gota de aceite esencial, cuando, agotada, caen en la copa; tónicas vertidas desde alturas imposibles, como pude observar en un popular bar del Levante español este verano: la tónica recorría toda la hoja de una espada, de las que utilizan en las fiestas de Moros y Cristianos, antes de llegar exhausta a su destino. La sencillez es una virtud que suele verse recompensada con la satisfacción. Una copa de balón o vaso ancho con cinco hielos sólidos como piedras, 50 ml de una buena ginebra seca y una tónica equilibrada (muy fría y servida de forma que no pierda su preciada burbuja), además de un twist de limón, es suficiente en la mayoría de los casos para disfrutar de un buen Gintonic.


Publicidad creativa de Beefeater en un taxi, y el barman Javier de las Muelas.



¿Qué hace una brocheta en mi copa?

Saber de gintonics está de moda. Y algunos entusiastas tienen en sus casas una amplia selección de elementos decorativos del Gintonic, que despliegan para impresionar a sus amigos y elaborar una copa “sofisticada”. Brochetas de calabaza, ramitas de lemon-grass (limoncillo), fresas y frambuesas maduras que trituran hasta enturbiar el combinado; ineludibles bayas de enebro, que acaban incrustadas en la garganta del bebedor; guindillas picantes mexicanas flotando entre hielos… y, mil inventos más, que hicieron exclamar en su día al gran barman catalán Javier de las Muelas: “un gintonic no es una huerta”. Solo falta que a alguien se le ocurra espolvorear un poco de polvo de oro en la chispeante superficie. Ante el furor creativo de muchos jóvenes bartenders se impone el sentido común. Queremos una copa diferenciada y equilibrada, y por ello una fina rodaja de limón o lima (sin la parte blanca de dentro, que amarguea), es la decoración más clásica. Algunos puristas de esta copa se niegan a que su Gintonic lleve nada que no sea ginebra, hielos y tónica, y escandalizados frenan en seco al despistado barman que en su quehacer no entienden esta reacción. No debemos olvidar que de la creatividad también resultan grandes aciertos, y algunas copas son memorables con tan solo algunos elementos decorativos. La línea habitual que se sigue suele ser la más obvia: como la ginebra lleva albahaca, le pongo una hoja de albahaca; si lleva frutillas del bosque, que mejor que unas grosellas rojas; y sí en la ginebra interviene el regaliz, le añadimos un simpático paloduz para removerla y mordisquearlo entre trago y trago. Así conseguimos distinguir la copa y hacerla más divertida. Nada que objetar.


Originales Gintonics: con guindillas mexicanas, y con una exótica hierba japonesa.

Pero a veces es más satisfactorio experimentar buscando un grato equilibrio entre la ginebra, la tónica y sus elementos decorativos (que en muchos casos impregnan en exceso el Gintonic). Por ejemplo, a una ginebra muy espaciada no debemos añadirle más especias, excepto que pensemos que el bebedor es un faquir hindú, y podemos equilibrar su exotismo espaciado con una piel cítrica de frutas dulces, como la naranja o el pomelo. Y a una ginebra clásica con una gran impronta de bayas de enebro y nítida nota resinosa, es mejor equilibrar su fuerte carácter con los aceites esenciales de un twist de una fruta cítrica. Bienvenida sea la creatividad que ha impulsado al gintonic a una esfera sensorial hasta ahora desconocida, que es la envidia incluso de los británicos, deslumbrados por las fabulosas copas de este combinado que se elaboran hoy en España. Tal vez la gintonicmanía estalle cual burbuja inmobiliaria, pero mientras tanto disfrutemos del divertimento y vayamos definiendo nuestros gustos, a golpe de experimentar con las mil y una posibilidades que hay a nuestro alcance.



Jesús Bernad, Planeta Hedonista.