Reportajes

7 septiembre, 2016

Viaje al vino: Finca Villacreces

El célebre critico norteamericano, Robert Parker, calificó Finca Villacreces como la joya escondida del Duero.


La esencia del enoturismo, un viaje al corazón del vino, consiste en comprender a la vez que se disfruta de todos los elementos que constituyen nuestra bebida favorita, la esencia de Baco. Y qué mejor que comenzar a entender ese complejo proceso que en el viñedo: en Finca Villacreces considera que su viñedo, de 64 hectáreas de extensión, el único que suministra la uva a la bodega, es el alma de sus vinos. Por ello, nada más llegar a la escondida bodega, rodeada de un esplendoroso pinar, nos montamos en bicicletas eléctricas para recorrer 4,5 kilómetros de caminos entre viñas.

 

 

Esta actividad, “Picnic sobre Ruedas”, conlleva una grata sorpresa: en la bicicleta del guía que nos acompaña, hay una cesta muy bien surtida con una botella de su célebre vino Pruno, bien acompañada de buen queso, chorizo ibérico y una lata de paté de perdiz; todo ello pensado para una vez recorrido sus viñedos, observando las aguas tranquilas del río Duero, lleguemos a un área de picnic, donde disfrutar bajo los pinos piñoneros y frente a los rojizos muros de la bodega de crianza, del jugo fermentado de la uva. Roberto Puras, el responsable de enoturismo de la bodega nos resume su filosofía: “hacemos vinos de lujo, pero a precios asequibles”.

 

Eso sí, el vino seleccionado del picnic, Pruno, posee una cualidad que lo convierte en único en España; el año pasado el influyente critico norteamericano antes mencionado lo califico como el mejor vino del mundo por su relación precio calidad, es decir un vino puntuado con 94/100, que cuesta menos de 20 dólares (10,90 € la botella en la tienda de la bodega). Somos conscientes que en nuestra piel de toro se elaboraban excelentes vinos a precios razonables, pero señalar a Pruno 2013 como el mejor del mundo desata nuestra curiosidad. Lo probamos y sus sensaciones son maravillosas: fluido, fresco, muy aromático, fácil de beber y disfrutar, sin complejos.

 

 

 

No debería sorprendernos que fuera así, pues el origen de esta bodega, propiedad del grupo Artevino que fundó Gonzalo Antón en 1987 con su primera bodega en rioja alavesa, Izadi, tiene un origen gastronómico, al ser su propietario restaurador. Desde el principio, como demuestran sus riojas en Izadi, son vinos pensados para acompañar una buena comida, pero sin agobiar al comensal por su potencia de sensaciones, ni reclamar un gran protagonismo. Su mayor virtud, dar placer en la mesa, y fomentar una buena conversación, dejando un grato perfume en la memoria.

 

La Finca Villacreces, vecina a la famosa Vega Sicilia, ubicada en la Milla de Oro de la Ribera del Duero, tiene su origen vinícola en el siglo XIV cuando los monjes cistercienses se asentaron en estas tierras, cultivando cereal, frutales y viñas; la finca permaneció en la iglesia hasta la desamortización de Mendizábal; y más recientemente la adquiere la familia Antón a la familia Cuadrado en 2003, siendo lo más apreciado las 64 hectáreas de viña, plantada en 15 distintas parcelas que rodean la bodega y que se vinifican por separado. Predomina la variedad Tempranillo, en un 80% (cuentan con una parcela en vaso de 90 años, que utilizan para su exclusivo vino Nebro); acompañada por un 16% de Cabernet Sauvignon y un 4% de Merlot.

 

 

Tras el recorrido por el viñedo en bicicleta eléctrica, que acumula la energía de la pedalada y te impulsa cuando fallan las fuerzas, recorremos la moderna bodega entre los muros rojizos de la antigua hacienda, de cierto aire colonial. Tinas de acero inoxidable, donde fermentan las uvas de cada finca a excepción de las de Cabernet Sauvignon, que prefieren las grandes tinas de roble, todas ellas con control de temperatura. Vemos la mesa de selección de racimos y de uvas, de forma que no entra en la bodega ninguna uva en mal estado, algo básico hoy en día pero que tardó varias décadas en implantarse en España.

 

Durante la fermentación, los racimos de uva tinta maceran unos 14 días con sus pieles para extraer de forma gentil sus taninos y polifenoles, sustancias que aportan su vivaz color y la estructura de sabor a los vinos tintos, pero sin los excesos de maceraciones más largas, que convierten los vinos en sólidos. Una vez que los vinos están estables pasan a madurar en barricas de roble francés; la bodega tiene en una hermosa cava con 950 barricas de 7 distintas tonelerías galas, que tan solo utilizan durante tres años, para que aporten sus mejores aromas y sabores al vino.

 

 

Pruno madura 12 meses en barricas, ganado complejidad y finura, mientras que Finca Villacreces realiza una crianza de unos 14 meses, siempre en barricas de roble nuevas, para ganar impronta y fuerza; su vino Nebro, elaborado solo con los frutos de una viña muy vieja de tempranillo de 90 años, que da un racimo por cepa, pero muy concentrado en sabor, madura en grandes barricas nuevas de 500 litros (el doble de la capacidad normal), para que la madera no asfixie la frutosidad.

 

En la atractiva tienda realizamos la Experiencia Artevino, actividad enoturística que tiene un coste de 20 € por persona, y que consiste en catar 4 vinos, uno de cada una de sus bodegas más emblemáticas del grupo de Rueda, Toro, Rioja y Ribera, acompañado cada uno de ellos con un queso de cada región. La actividad más sencilla, visitar la bodega y catar dos vinos de Ribera tiene un coste muy razonable, de 12 € por persona, mientras que la muy recomendable actividad de Picnic sobre Ruedas, con su cesta sorpresa, vale 30 € para dos personas.

 

 

La Experiencia Artevino comienza con el blanco de Rueda, Flor de Vetus Verdejo 2014, de un viñedo de 800 metros de altitud, que acompañamos con un queso de cabra Celestino Arribas. El verdejo es suave, ligero y vivaz, acompañando muy bien la sensación cremosa del queso. Continuamos con el Flor de Vetus 2104 de Toro, un tinto con 9 meses de crianza en barricas de roble, con aromas frutales de zarzamoras, un toque de tomillo y cuerpo ligero, que armoniza muy bien con un queso zamorano de oveja de Vicente Pastor, que curiosamente también ha madurado 9 meses.

 

Nuestro siguiente vino es el rioja Izadi crianza 2013, un vino monovarietal de tempranillo alavés, que madura 12 meses en barricas de roble americano, que resulta muy vivaz y placentero por su gran equilibrio de sensaciones; que mejor que para acompañar este vino que un queso de oveja Idiazábal, de larga duración y suave ahumado. El ultimo vino de esta cata es el Pruno crianza 2014, que ya hemos disfrutado en el picnic, por lo que los sustituimos por el Finca Villacreces 2012. Un vino profundo y elegante, idóneo para un buen lechazo, y que aquí acompañamos con un Flor de Esgueva elaborado en la cercana población de Peñafiel, que suman sus gratas sensaciones.

 

 

Como final de fiesta pedimos catar el vino que solo nace en añadas excepcionales, Nebro 2009, de viña muy vieja, que despliega una gran intensidad de sensaciones, resultando carnoso y fresco a la vez a pesar de su densidad, con un elegante final tostado.

 

Finca Villacreces ya es cada vez menos “la joya escondida de la Ribera del Duero”, pues este año la van a visitar unas 3.000 personas, que a la vuelta a sus hogares llevaran en el corazón la mágica fluidez de los vinos de esta hermosa bodega, rodeada de un viñedo de ensueño, donde el respeto a la naturaleza es su máxima enseña.

 



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