Reportajes

20 septiembre, 2013

Vinos de Nueva Zelanda, pureza varietal

El gran dinamismo de los vinos de NZ nos ofrecen un singular universo de sensaciones.


“Si no fuera por el sauvignon blanc de Marlborough, Nueva Zelanda todavía lucharía por situarse entre los mejores vinos del mundo”, afirma en su Atlas del Vino el crítico británico Oz Clarke. Es el último país del Nuevo Mundo incorporado al exclusivo Olimpo de los vinos con distintiva personalidad, de singular pureza varietal y vibrante afrutamiento. La peculiaridad de los vinos de este país está marcada por su geografía: dos alargadas islas en el océano Pacifico, ubicadas entre la latitud 36 a 45º sur, equivalente en el hemisferio norte a Burdeos y Jerez. Sus diez regiones vinícolas se extienden más de mil kilómetros de norte a sur, siendo la Isla Norte más cálida y la Isla Sur más fría, aunque ambas muy húmedas. Una tierra virgen, de exuberante naturaleza, de altas cumbres, radiantes lagos y soberbios glaciares entre densos bosques, que cuenta con una gran población de aves que gustan de devorar las uvas en su plena madurez, por lo que cubren los viñedos con redes.

 

        

 

Si el sauvignon blanc de Marlborough es el vino de moda, en el último lustro, la región más glamurosa es Central Otago, la más meridional del mundo, con sus sensuales tintos de pinot noir, esquiva uva borgoñona que en muy pocos parajes del mundo alcanza la perfección. Aunque tal vez lo que más sorprenda al viajero, al pedir una botella de vino en un restaurante sea su singular cierre, con cápsula metálica. En Nueva Zelanda, el 90% de los vinos apuestan por este sistema alternativo al tapón de corcho, y no solo para los vinos jóvenes de rápido consumo, sino también para los tintos de larga vida. Los kiwis han apostado por un estilo de vida mediterráneo, con restaurantes y cafés al aire libre, y las bodegas se han sumado a esta tendencia, y es frecuente ver a una pareja conversando plácidamente, frente a un ondulado viñedo, disfrutando de una copa de vino. Esto ha supuesto un profundo cambio de mentalidad: antes solo las mujeres bebían vino, y los hombres cerveza. Ahora, por un mayor anhelo de sofisticación, el vino es un compañero indiscutible en la mesa.

 

No deja de sorprender que un país que cuenta con tan solo 22.600 hectáreas de viñedo (menos de la mitad de Rioja), y unas 530 bodegas repartidas en diez regiones vinícolas, esté alcanzando tan altas cotas de prestigio internacional, en especial en Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia, sus principales mercados. La diversidad de climas, suelos y estilos de vinos se
debe a los 1.600 kilómetros de su alagada geografía, por lo que la vendimia comienza con seis semanas de diferencia entre Auckland, al norte, y la más meridional Central Otago. Eso sí, al predominar un clima más frió y húmedo que en las regiones vinícolas australianas, sus vinos son muy diferentes, predominando las variedades nobles internacionales: la sauvignon blanc, seguida de la pinot noir, chardonnay y merlot.

 

 

 

Auckland, la principal ciudad, cuenta con un tercio de la población total del país, y es un foco de atracción de numerosos emigrantes de las vecinas islas del Pacífico. En esta región se asentaron los primeros colonos croatas que desarrollaron los vinos de calidad y como ejemplo las dos mayores compañías neozelandesas: Montana y Villa María. Esta región vinícola, la más septentrional del país, se caracteriza por su diversidad de estilos de vinos, y disfruta de temperatura más cálida que el resto de zonas vinícolas, pero con el inconveniente de tener importantes lluvias durante el periodo de maduración de la uva. Predomina el cultivo de variedades tintas de origen bordelés como la cabernet sauvignon y la merlot, aunque uno de los mejores chardonnays del país se encuentra al noreste de la ciudad, Maté’s vineyard, de la bodega Kumeu River. Mientras a tan solo una hora de Auckland, encontramos la isla Waiheke, donde el navegante Stephen White elabora su célebre vino Stonyridge Larose, uno de los más complejos y sabrosos del país, inspirado directamente del Château Palmer, donde trabajo durante un año.

 

Historia y tradición se dan la mano en Hawke’s Bay, situada en la costa este de la isla, mejor protegida de los vientos húmedos de poniente. Es la segunda región en extensión de viñedo y en ella predomina el cultivo de la cabernet sauvignon y la merlot en sus livianos suelos de grava, de excelente drenaje, aunque en los viñedos situados en las colinas están dando un excelente resultado la syrah, de corpórea constitución. Te Mata (nombre maorí de las colinas de Havelock North) es una de las bodegas centenarias que llegó a contar con el viñedo más extenso del país, y sus tintos de estilo bordelés son muy intensos y sabrosos. En las terrazas de origen volcánico de Esk Valley, en el extremo norte del amplio valle y frente al océano, madura a la perfección la sedosa merlot. Chris Scott, elaborador de Church Road (meca del enoturismo por su atractivo museo vinícola) considera que esta variedad es la que mejor se adapta a Hawke’s Bay, aunque de su bodega nacen excelentes ejemplos de chardonnay y syrah, al igual que ocurre en Te Mata.

 

        

 

Más al sur y muy cerca de la bulliciosa capital del país, Wellington, descubrimos la minúscula comarca de Martinborough, que en tan solo tres décadas ha situado sus vinos entre los más elegantes del país. Al ser una región fría pero seca, cuyos viñedos se asientan en las terrazas del río, de suelos muy pedregosos, sus rendimientos son muy escasos, debido en parte a los intensos vientos primaverales. Destacan los jugosos chardonnays y vibrantes riesling, aunque donde han alcanzado la plenitud es en los sofisticados pinot noir, delicados e intensos a la vez, de memorable frutosidad. Sin duda, uno de mis favoritos.

 

Hugh Johnson, célebre escritor internacional de vinos, afirma que “ninguna otra región del planeta puede igualar las pungentes sensaciones de la sauvignon blanc de Marlborough”. La principal región vinícola no contaba con una sola cepa hasta 1973, año en que la compañía Montana plantó el primer viñedo de cabernet sauvignon. Una década más tarde la bodega Cloudy Bay adquiría renombre internacional por su herbáceo sauvignon blanc. Situada al norte de la Isla Sur, en una costa de espectaculares fiordos, rodeada de esbeltas montañas, y asentada sobre un amplio cauce del deshielo, se encuentra la llanura de Wairau, corazón de esta exitosa región vinícola. Los suelos muy arenosos, con abundantes cantos rodados idóneos para la sauvignon blanc, que aportan a los vinos una intensa mineralidad; el clima caluroso en verano, refrescado por las suaves brisas marinas, permite retener la preciada acidez de las uvas, y alcanzar gran intensa aromática.

 

 

Kevin Judd, el prestigioso enólogo australiano director de Cloudy Bay, lo resume perfectamente: “el sauvignon blanc es muy bueno aquí por el abundante sol, sin excesivo calor, por las brisas marinas, y un largo periodo de madurez que nos permite obtener excelentes aromas con buena acidez”. Estas características les han convertido en líderes mundiales de esta categoría, de vinos blancos de vibrante acidez y chispeante frutosidad, con frescas notas herbáceas y cítricas. Aunque la gran revelación de los últimos años son los vinos de pinot noir de Central Otago, región de enorme belleza por sus agrestes montañas y lagos de ensueño. Situada en la latitud 45º sur, es la región vinícola más meridional del mundo, y la única de carácter continental del país, sin influencia marina, y la de mayor altitud. Posee un clima de temperaturas extremas, de intenso calor en verano y fuertes heladas en invierno, semiárido por falta de precipitaciones (350 mm anuales), donde sus ondulados viñedos están plantados en las resecas colinas, un desierto comparado con la imponente vegetación del resto de la isla. Su peculiar suelo, de origen glaciar, es muy abundante en piedras, que le aporta una vibrante mineralidad.

 

En este ecosistema limítrofe, la tinta pinot noir ha encontrado un terruño donde expresar su esquiva personalidad: vinos de profundo color rubí, con intenso afrutamiento de cerezas y una gran suavidad en la boca de eterna persistencia. El clima favorece los cultivos biodinámicos, como ocurre en Felton Road o Rippon Vineyard. Nicholas Sargood, propietario y viticultor de esta última bodega, es un entusiasta del compost que revitaliza el suelo de su viñedo, con espectaculares vistas al lago Wanaka. Nicholas, que trabajó durante cuatro años en Borgoña -inequívoca fuente de inspiración en sus vinos- define el singular estilo de los suyos: “no quiero hacer el mejor pinot noir del mundo, sino quiero que refleje la personalidad de la región”. Su abuelo fue el pionero en plantar la pinot noir en Central Otago, que se ha convertido en la región más dinámica del país y donde más se ha incrementado la extensión de los viñedos; y aquí es donde tiene bodega propia el célebre actor neozelandés Sam Neill, Two Paddocks.

 

         

 

A los vinos de Nueva Zelanda, los sauvignon blanc de vibrante frutosidad, los jugosos chardonnays y los perfumados pinot noir, les espera un esplendoroso futuro, por la originalidad del estilo de sus vinos, que seduce a los aficionados que se atreven a  descubrirlos.

 

Texto y fotografías: Jesús Bernad



Anterior Siguiente


Archivo reportajes