Reportajes

25 mayo, 2013

Pepe Mendoza, la sensatez de la tierra

Una inteligente evolución: de la bodega a la viña, de varietales foráneos a los autóctonos.


Una década ha pasado desde nuestro último encuentro en su bodega, y en este trascurso de tiempo Pepe Mendoza ha evolucionado de forma muy interesante, volcando su mirada en el viñedo y en una buena gestión de las cepas. Directamente vamos al viñedo experimental plantado frente a un cuidado jardín de estilo japonés, donde hay una docena de líneas con distintos tipos de podas. En la actualidad dirige el departamento de viticultura de la Denominación de Origen de Vinos de Alicante, donde han seleccionado ya 80 clones de la variedad emblemática de la región, la tinta Monastrell, con el objetivo de poder facilitar a futuros viticultores jóvenes, de forma gratuita,  plantas de gran calidad y bajo rendimiento.

 

       

 

Su padre, Enrique Mendoza, creó la bodega hace 45 años en Alfas del Pi (municipio alicantino próximo a Altea), donde tenían un supermercado, y empezó a elaborar vino a nivel casero. En aquel entonces, la variedad Monastrell estaba muy desprestigiada y por ello se decidió a plantar variedades de uvas tintas francesas, como la Shiraz (su vino salió el primero en España, el mismo año que el de Carlos Falcó), y también fue pionero en cultivar la tinta Cabernet Sauvignon en esta región mediterránea. Pero como en la Marina Baja, donde está ubicada la bodega, los suelos son muy calizos y salinos por la proximidad del mar (idóneos para la Moscatel), apostaron por plantar un viñedo de variedades tintas en Villena, región del interior y buena altitud, por lo que refresca las noches antes de la vendimia.

 

A Pepe siempre le gustó ayudar en la bodega desde pequeño, y esto le llevó a estudiar enología en Requena (Valencia), y posteriormente a ser el responsable de la elaboración en la bodega familiar. Durante cuatro vendimias trabajó en países del hemisferio sur (Chile, Argentina y Nueva Zelanda), para aprender de los vinos del Nuevo Mundo, hecho que le ha llevado a volcarse en el viñedo, “donde menos es más”. Su tendencia es hacia un cultivo ecológico radical y biodinámico, y comenta que cuando empezó a hacerse cargo del viñedo, hace unos doce años, su primer objetivo fue “desvigorizar la planta, concentrándose en la viña, pues de esta forma se refleja una mejora en los vinos en la bodega”.

 

        

 

Mendoza insiste en desmitificar que los mejores viñedos en el mediterráneo son los de secano radical, que dan una buena concentración, pero a costa de estresar y desequilibrar la planta por el excesivo calor estival, perdiendo su preciada acidez. “Es una barbaridad pensar que cuanto más sufra el viñedo, mejor es la uva”, afirma y plantea como alternativa refrescar las cepas con agua, para obtener unos vinos con mejor acidez, menos cálidos y con aromas más frescos. Su filosofía de cara al futuro es: “que cambie la mirada del aficionado hacia los vinos de Alicante, encasillados como cálidos. Mi objetivo es vendimiar lo más tarde posible, para tener una piel madura, con taninos dulces, obteniendo un vino con el menor grado de alcohol posible”. Y a modo de conclusión, nos confiesa que “antes mis vinos eran bombas de fruta; ahora busco la frescura y aromas más finos”. Una sensacional evolución.

 

Le fascinan los refranes de los viticultores mayores, que trasmiten una sabiduría cercana a la tierra, y que él aplica por haber comprobado su sensatez: “una cavada vale por dos lluvias”, o “en la punta de la reja va la gotita de agua”, pues labrando la tierra a nivel superficial en los meses de verano, retiene mejor el agua al romper las grietas del suelo reseco por donde se evapora el agua; y como efecto deseable, esa labor “guarda el sazón de la tierra”. La mirada de Pepe está volcada en el viñedo y en recuperar las variedades autóctonas. Aunque sus vinos son más conocidos por los varietales de origen francés: Cabernet Sauvignon, Merlot y Shiraz (que conforman el Santa Rosa, en una proporción siempre fija de 70-15-15%; el primer vino mediterráneo de categoría internacional, de un sensacional  estilo bordelés maduro).

 

         

 

“Mi padre fue un aventurero al crear la bodega”, pero en aquel entonces le aconsejaron plantar estas variedades foráneas, pues la “Monastrell era una basura”. Aunque esta  afirmación tiene cierto sentido histórico, al ser una variedad muy maltratada en el viñedo, con exceso de producción por el intenso abonado de la viña. Ahora su pasión es la Monastrell, y elabora tres vinos monovarietales: Estrecho, de un viñedo de 50 años plantado en Villena a 700 metros de altitud, de muy bajos rendimientos; La Quebrada, exclusivamente de los racimos orientados al norte de una viña de unos 40 años plantada en un suelo muy calizo; (el vino verá la luz en el próximo septiembre); y en un futuro próximo La Tremenda. Aunque no reniega de las uvas internacionales que le dieron la fama a sus vinos, reflexiona: “los varietales foráneos fueron la escalera que nos permitió entender mejor las uvas autóctonas”.

 

Pepe no es un fanático de la biodinámica, pero si del cultivo natural. Abona sus viñedos exclusivamente con compost que fermenta durante un año, para que la tierra lo pueda digerir mejor, y utiliza difusores de confusión sexual para combatir la problemática polilla del racimo, y ciertos preparados de biodinámica. Afirma que de esta forma el suelo esta más vivo, y las plantas mejor, con más clorofila; me muestra una hoja de una cepa, mientras la acaricia cual enamorado: “fíjate que turgencia tiene”. Pero le planteo una duda: ¿porque sí el cultivo ecológico es tan bueno para obtener uvas de calidad, muchos de los vinos amparados en este sello son tan malos? Responde al instante: “maltratan la uva en la bodega, y por ello no me preocupa tener la acreditación ecológica, sino hacer bien las cosas”.

 

         

 

Nada más entrar en la bodega me sorprenden unas barricas de 500 litros que rezan: Monastrell Fondillón 2010. Este nuevo proyecto es “para que lo disfruten mis hijos”, pues este ancestral vino rancio natural, tan prestigioso en tiempos pasados, debe
madurar un mínimo de diez años por ley. Todos sus vinos fermentan con las levaduras naturales ambientales, que es perfecta para sus vinos y les aporta un singular carácter de humus. Vemos unas originales tinas cuadradas recubiertas de roble, cuya finalidad es fermentar el vino, pero que cambia las planchas exteriores todos los años, para evitar las contaminaciones tan frecuentes en las tinas de madera. El sombrero, formado por las pieles, se bazuquea a mano, de forma que la extracción de color y tanino sea lo más suave posible. Y sus vinos hacen la fermentación maloláctica en barrica, porque estabiliza mejor el vino y le aporta cremosidad.

 

En estos momentos, cuentan con 1.300 barricas en la bodega, donde predomina, en un 80% el roble francés del tipo Allier, su favorito, al respetar la frutosidad y mineralidad del vino, en especial en los Monastrell. Busca siempre tonelerías de bajo impacto y grano fino y no utiliza mucho roble americano que permite una mayor entrada de oxígeno por sus poros. Utiliza exclusivamente las barricas tres años, pero si pudiera nunca las usaría nuevas, prefiere las de un año, por que respeta más la fruta: “No va con nuestro estilo”, afirma, y en una lógica evolución de respeto al terruño, cada vez usa más para sus vinos barricas grandes de 500 litros, que permite una entrada lenta de oxígeno y tiene una menor influencia en el mismo.

 

         

 

Toda esta filosofía vital, una mirada limpia al viñedo, no tendría sentido si no estuviera reflejada en sus vinos: excelente relación calidad precio de su Merlot-Monastrell; un Shiraz fresco, femenino y con nervio; impresionante perfume de hierbas balsámicas su singular Monastrell Estrecho; gran concentración y mineralidad en su perfilado Las Quebradas; complejidad y
sensualidad en estado puro en su ya mítico Santa Rosa; y no podemos olvidarnos de sus deliciosos vinos dulces: original, floral y mentolado Moscatel de la Marina, y su sabroso Moscatel Pasa, que supone una vuelta golosa a los orígenes.

 

Pepe Mendoza es un soñador con los pies en la tierra: “soy un viticultor que lleva trabajando 20 años en el mismo suelo; por eso pienso que los mejores vinos de esta casa están por venir”. No tenemos la menor duda de que su singladura vital nos deparará emocionantes sorpresas.

 

Jesús Bernad



Anterior Siguiente


Archivo reportajes