Reportajes

29 julio, 2012

Rías Baixas, el valor de la diferencia

Los blancos gallegos de Rías Baixas, con la variedad Albariño como estandarte, presumen de originalidad.


En el actual panorama de los mejores vinos españoles, los Albariños, como popularmente se conocen a los blancos de la región gallega de Rías Baixas, se encuentran entre los más conocidos de los consumidores españoles; ahora el reto es seducir a los mercados internacionales, donde ya han encontrado muy buena acogida es en Estados Unidos, al valorar su personalidad distintiva.

 

 

Paula Fandiño, enóloga de la bodega Mar de Frades, considera que es lógico que el aficionado asocie Albariño con los vinos de Rías Baixas, pues el 85% de los vinos de la región son monovarietales de esta emblemática uva blanca autóctona gallega, y en su opinión: “La Albariño tiene como principal característica su complejidad aromática, sus notas florales y frutales, incluso un fondo herbal como de musgo, que la convierte en una uva muy característica y diferente a otras variedades blancas”. Profundizando un poco en la idiosincrasia de esta seductora uva, Emilio Canas, director técnico del grupo Terras Gauda considera que: “la personalidad única de la Albariño da como resultado vinos afrutados con frescura y, algo fundamental, con buena acidez, que incluso procede del tipo de suelo que tenemos en la región. Es una variedad muy aromática, y la acidez le aporta estructura y cuerpo. Además, tiene una virtud única al dar vinos blancos fáciles de beber pero con carácter y fuerza”.

 

Aunque no debemos olvidarnos que por su atractivo, esta variedad se está empezando a cultivar en distintos lugares del mundo, como California, Australia y Nueva Zelanda, pero el resultado no es de la misma calidad que en Rías Baixas, debido a varios motivos. En opinión de Marisol Bueno (propietaria de la bodega Pazo de Señorans y durante 25 años la presidenta del Consejo Regulador): “la Albariño es una variedad blanca autóctona española, que se ha aclimatado muy bien a nuestro clima atlántico durante siglos, y por eso da muy buena calidad y acidez, en especial en el valle del Salnés, donde predomina como variedad”. Y considera que el principal reto en estos momentos en la región es mejorar el viñedo.

 

 

A lo que podríamos añadir, que junto a este clima atlántico y lluvioso (con 1.600 mm de lluvia anuales, cuatro veces mas que en La Mancha), su original suelo granítico perfila los vinos con nitidez, llegando a aportar en el caso de las viñas viejas, marcadas notas minerales de gran profundidad sensorial. Luciano Amoedo, socio fundador de Martín Codax y director técnico desde sus orígenes (1986), considera que es una variedad difícil de conducir, que puede dar pámpanos de hasta 5 metros de longitud, por eso el sistema de emparrado alto es el mejor, al regular muy bien la luz solar y la madurez de las uvas, evitando la pudrición de los racimos por cercanía a los suelos húmedos; pero es un sistema muy costoso  que no permite mecanizar el proceso de la vendimia.

 

Al preguntarle sobre otras variedades de uvas autóctonas de la región, Luciano opina: “la Albariño es una variedad muy completa, y las otras uvas que se cultivan en la zona no me convencen tanto para elaborar un vino monovarietal, al ser más simples. La gran virtud de la Albariño es su acidez natural, lo que supone que tengamos un diamante en bruto que hay que tallar”. La queja por parte de algunos consumidores que los vinos de Rías Baixas son caros tiene sus motivos; según Emilio Canas la clave se encuentra en “la dificultad de cultivar esta variedad de uva, por problemas climáticos y de orografía así como conseguir en la minifundista Galicia una superficie media que sea rentable. Además, la vendimia es manual, y el rendimiento de la Albariño es bajo, por tener mucha piel y pepitas”.

 

 

En las regiones del sur de Rías Baixas, junto al río Miño y la frontera de Portugal, la Albariño ha encontrado como acompañante de sus vinos a las variedades autóctonas gallegas Loureiro, Treixadura y Caiño Blanco. Emilio Canas, de la bodega Terras Gauda, ubicada en O Rosal, defiende el estilo de vinos multivarietal: “para mí es mucho más divertido poder jugar con más de una variedad, y hay añadas donde es muy aburrido hacer un vino sólo de Albariño; considero que con Loureiro y Caiño es más fácil hacer un vino que se pueda diferenciar”. Y, fiel a esta premisa, sus vinos son de gran complejidad fruto de la fusión de tres variedades, aunque su apuesta ahora es por la Caiño Blanco que aporta un estilo maduro en su vino La Mar.

 

Luciano Amoedo, de la emblemática Martín Codax, que cuenta con una de las mayores extensiones de viñedo, unas 250 hectáreas en el valle del Salnés, repartidas en 1.200 parcelas, fue el pionero en experimentar con distintos vinos de Albariño,
como con su Organistrum, un vino que madura durante cuatro meses en barricas de roble francés, y que aguanta bien la madera por ser un vino potente y equilibrado; o Gallaecia, un vino goloso de vendimia tardía, afectado al menos un 50% las uvas con botritis, de gran originalidad, muestra lo versátil de esta variedad; su última novedad es Lías, donde el vino madura con las lías finas de la fermentación de dos depósitos para ganar carácter y alargar su vida.

 

 

 

Ese fue el reto de Marisol Bueno cuando el año 1995 vio por primera vez la luz su original vino Pazo de Señorans Selección de Añada, cuyo origen fue: “una apuesta por la capacidad de envejecimiento de la Albariño”. Esta primera elaboración experimental consistió en dejar madurar el vino en los depósitos de acero inoxidable con sus lías finas, es decir, las levaduras de la fermentación, que según iban disolviéndose el vino ganaba en estructura y volumen en  boca. Y además, alargaba su vida; Marisol, destaca que acaba de probar varias añadas antiguas, y el del año 2000 se encuentra pletórico de sensaciones. Y fueron  aprendiendo a elaborarlo, y de los 14 meses iniciales, han a pasado a los 36 actuales, aunque no todo el tiempo con las lías. Hoy en día está considerado como uno de los mejores blancos españoles.

 

El nuevo reto son los vinos espumosos de Albariño, y ya hay algún vino experimental, como los del Mar de Frades, en categorías Brut y B/N, aunque hasta septiembre no verán la luz; en opinión del inquieto Luciano Amoedo, gran experimentador con esta variedad, considera que tiene demasiado grado y es en exceso aromática para dar espumosos de calidad al estilo que se conoce hoy en día.  Sin duda merecerá la pena degustar estos nuevos vinos.

 

 

Y, ¿qué deparará el futuro a esta atractiva región? Según John Radford, prestigioso periodista británico experto en vinos españoles, que publica una amplia cata de vinos de Rías Baixas en el último número de Decanter, la Albariño se ha convertido ya en estos momentos en la punta de lanza de los vinos blancos clásicos españoles, su mejor estandarte por calidad. Y Emilio Canas comparte sus inquietudes: “mi sueño es ver en un futuro la zonificación de Rías Baixas, calificar la Denominación de Origen por zonas, no sólo como en las actuales subzonas por cuestiones geográficas sino en función de la calidad del viñedo y del suelo donde se cultiva, en un estilo similar a lo que ocurre en Borgoña con sus pagos”. Aunque para ello habría que dedicar un gran esfuerzo en investigación durante muchos años.

 

 

 

Los vinos de Rías Baixas nos regalan un sueño de elegancia, finura, complejidad y seducción, desafiándonos con su singular estilo: una apuesta por el valor de lo diferente.

 

Texto: Jesús Bernad



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