Reportajes

24 enero, 2012

Ignacio de Miguel, compositor de vinos

El gran enólogo rodante español, es consultor de más de 20 bodegas en toda España.


Ignacio de Miguel recorre unos 100.000 kilómetros al año al volante de su coche, componiendo vinos en unas numerosas bodegas de Castilla La Mancha (su gran pasión), Madrid, Bierzo, Toro, Ribera del Duero, Ronda, Cataluña, Extremadura, Murcia, Valencia y Navarra, que le aportan una excelente amplitud de miras del panorama vinícola ibérico.

 

Alumno aventajado del enólogo bordelés Michel Rolland, el célebre consultor del vino mundial, del que aprendió la profesión de maestro del ensamblaje, en intuir y comprender como interacciona el vino con la madera de la barrica, y como se complementan las distintas variedades de uvas entre ellas. Así nacen sus vinos, muy alejados del estilo concentrado y exclusivo (caros), pues el vino que más le satisface es el goloso y fácil de beber, donde prima la fruta y el placer, por encima del intelecto y la madera. Y, como principal instrumento de trabajo, la cata para determinar desde la plena de madurez de las uvas, valorar la calidad real de los vinos jóvenes y ensamblarlos tras su crianza para que se expresen su singular terroir.

 

      

 

A Ignacio de Miguel, amante del campo y la caza, le sorprende el título que recibió durante algunos años de “enólogo de la jet”, tal vez porque sus inicios fueron junto a Carlos Falcó, Marqués de Griñón, y sus primeros clientes fueron conocidos empresarios. Pero cualquiera que comparta con él una copa de vino, apreciará su carácter afable y sencillo, apasionado a la vez terrenal. Y siempre agradecido a su mentor español, Carlos Falcó, del que destaca su cercanía y libertad de pensamiento.

 

Cuando le reclaman en un nuevo proyecto, lo primero que valora es la calidad humana de su propietario y la buena sintonía, fundamental por el nivel de involucración que supone en sus inicios asesorar los viñedos, arquitectos y tecnología necesaria para elaborar los vinos. Pero según va creando equipo humano, se distancia hasta convertirse en un asesor externo, que tan solo hace las cinco visitas anuales imprescindibles para diseñar los vinos. Y donde nunca puede faltar es en el ensamblaje final de éstos, momento en el cual crea el estilo que define a una bodega.

 

       

 

Le tira la tierra, principalmente La Mancha, donde ha destacado con su sensacional Vallegarcia, Dehesa del Carrizal y Casalobos (los tres en Montes de Toledo), Martue o el Regajal (Madrid). La Mancha le seduce por sus paisajes, su caza, y que en su opinión se ha convertido en la región más dinámica de España por los nuevos proyectos rompedores. Y todos sus clientes destacan como su principal valor: “la aportación de conocimiento de muchas regiones del país”.

 

Le acompañamos durante una jornada a Casalobos, el primer proyecto donde es socio de la bodega, y que preside el futbolista Sanchís, que ha reunido un grupo de catorce amigos: deportistas y empresarios, entre los que se encuentra el cantante Miguel Bosé. Va a catar los vinos de 2008, junto a las enólogas Sonia y Paola, y determinar qué tipo de barricas le va mejor a cada depósito de la bodega.

 

El paraje en el que se asientan los viñedos es espléndido, entre encinas y a cierta altitud (740 metros), para que maduren mejor las uvas, mientras la bodega es muy vanguardista a la vez que funcional. En sus 19 hectáreas ha plantado las tintas Syrah, Cabernet Sauvignon, Petit Verdot y Tempranillo, en una proporción que se ajusta mucho al vino que quiere elaborar.

 

        

 

Cada variedad le aporta a Casalobos cuerpo, estructura, acidez natural y frutosidad. Y sus vinos reciben la crianza justa, 12 meses, en una combinación de barricas de hasta cuatro años. En el luminoso laboratorio comienza el intercambio de ideas, tras catar cada vino en silencio, en un ambiente serio pero relajado, que culmina cuando cada vino encuentra su destino.

 

Tal vez el vino más sorprendente de todos es el Petit Verdot, por su carnosidad y viveza, variedad idónea para el caluroso clima de la Mancha. Nuestro encuentro finaliza en la sala social, ubicada en la planta superior, de amplios ventanales, con un paisaje de marcada belleza, donde degustamos su esplendido Casalobos 2006. En este momento reconocemos su maestría en la composición de los vinos: una plena fusión de sensaciones.

 

Texto y fotografías: Jesús Bernad



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