Reportajes

31 diciembre, 2011

Fez, el laberinto medieval

La antigua medina de esta ciudad marroquí es una de las más seductoras del mundo.


Al instante de penetrar en Fez el-Bali, la milenaria medina de Fez, uno tiene la sensación de haber retrocedido en el tiempo, al Medievo, sino fuera por ciertos símbolos que recuerdan que estamos en el siglo XXI: teléfonos móviles que algunos jóvenes
llevan pegado a la oreja, alguna ruidosa moto que recorre sus callejuelas, o las antenas parabólicas que pueblan los tejados de las casas.

 

        

 

Fez no es un decorado de Hollywood atrapa-turistas; es la tercera ciudad en importancia en Marruecos (tres veces su capital), llena de vitalidad, y cuya medina medieval es la más completa del mundo árabe; 200.000 habitantes compran, trabajan, y rezan dentro de sus murallas, sin prestar demasiada atención a los visitantes, fascinados ante el bullicio de sus plazas, y el esplendor de sus mezquitas, madrasas, y palacios. Gran parte de su atractivo son los zocos, donde se reúnen los artesanos por especialidades, y uno puede verles trabajar con precisión, recreando un mundo ya desaparecido para los occidentales.

 

Es una delicia caminar sin rumbo fijo entre las callejuelas de Fez, mejor aun sin guía, para poder respirar la atmosfera de la medina, y deleitarse con los aromas que nos invaden: de pan recién horneado, de los ramilletes de menta fresca para elaborar sus deliciosos tés, del cuero recién curtido, de los dulces de miel y frutos secos, de la madera de cedro que esculpen los carpinteros. Pero no debemos dejarnos llevar por el éxtasis del momento si no queremos ser arrollados por una mula cargada hasta los topes que pide paso en las estrechas callejuelas.

 

       

 

La ciudad de Fez el-Bali, la antigua medina amurallada, surge en una suave ladera de la montaña, y está dividida por el río Fas; el barrio andalusí, en la orilla oriental es el más antiguo, fundado en el año 789 d.C. por Muley Idris I, lugar donde se establecieron unas ocho mil familias procedentes de Córdoba, Granada y Sevilla, tras su expulsión del al-Ándalus por las tropas cristianas. En la orilla occidental del río se encuentra el barrio de al-Qarawiyín, construido tan solo unos años después por un grupo de refugiados tunecinos. Las otras dos zonas que configuran la ciudad son Fez el-Jédid, donde se encuentra el Palacio Real y el barrio judío; y la ville nouvelle, la ciudad nueva construida por los franceses en 1912.

 

Llama poderosamente la atención al viajero los imponentes restos de las murallas de las tumbas Merínidas, que se alzan en una colina fuera de las murallas de la ciudad, y cuyas vistas sobre el enjambre de callejuelas de Fez es imponente, donde tan solo despuntan los altivos minaretes. Las vistas rivalizan con las del lujoso hotel Palais Jamai, en el límite de la medina, rodeado de un exuberante jardín andalusí donde fluye el murmullo del agua.

 

        

 

No tengan miedo en perderse en la medina de Fez: es parte de su encanto, pues sus amables habitantes les ayudarán en todo momento en salir del laberinto medieval. Les recomendamos penetrar en Fez el-Bali por la puerta de la muralla Bad Buyelud, con forma de herradura, decorada con los tradicionales azulejos azules y dorados en su cara exterior. Allí se suele encontrar uno de los personajes más singulares de Fez: el aguador, cuya misión en estos tiempos no es dar agua fresca a la población, sino hacerse fotos con los turistas. Al penetrar en su interior, nos sorprende el vibrante canto del muecín, que inunda de sonidos el aire con su ¡Allahu akbar!, llamando a la oración a los fieles, cinco veces al día.

 

De Bad Buyelud nace la calle Talaa Kebira, que les llevará al corazón de Fez; en paralelo discurre la calle Talaa Sgira, mucho más tranquila que la anterior y frecuentada por los nativos, por su abundancia de puestos de verduras y carnes. Al descender por Talaa Kebira encontramos la madrasa Bu Inanía, uno de los edificios más exquisitos de la medina, escuela coránica junto a la mezquita Karaouine, abierta a los no musulmanes, excepto durante los rezos del viernes. Su patio central, adornado con una fuente y de marcado estilo andalusí, está decorado con estucos esculpidos, suelos de mármol, celosías talladas en madera de cedro, y mosaicos de azulejos, los famosos zelling.

 

      

 

La mezquita Karaouine es una de las joyas de Fez, y una de las más grandes de Marruecos, con capacidad de 20.000 fieles. Construida en el año 857 d.C., es reconocida como uno de los centros de enseñanza coránicos más antiguos del mundo, junto a la universidad del Al Alzhar del Cairo, y que cuenta con una esplendida biblioteca. Las calles adyacentes son un importante lugar de reunión de los comerciantes de la ciudad, donde encontrar tiendas de babuchas, y vendedores de henna, que sirve para decorar, los días de celebración, las manos y pies de las mujeres, así como son eficaces remedios frente al mal de ojo.

 

Continuamos por esta calle hasta la mezquita al-Qarawiyín, donde atisbamos desde la puerta su esplendido patio de mármol, y a los fieles orando. Muy cerca de allí entramos en el zoco de Kissaria, un mercado de lujo a cubierto, donde los comerciantes venden, en sus minúsculos y ordenados puestos, bellísimos bordados, sedas y brocados de gran calidad. Cuesta un poco encontrar la Madrasa el-Atarín, pero bien merece la pena su visita, por la exquisita decoración de su patio.

 

       

 

Desde allí llegamos a la coqueta plaza Nayyarín, ornamentada con una hermosa fuente de azulejos, donde comienza el zoco de los carpinteros, que desprende un fuerte aroma de cedro. En Fez había unos 200 funduqs en tiempos pasados; uno de los más suntuosos es el de la plaza Nayyarín, originario del siglo XVII aunque recientemente restaurado, con sus imponentes tres plantas, una amplio patio central, y las galerías donde se disponen los dormitorios. Muchas de estas antiguas fondas de los comerciantes se están trasformando en coquetos hoteles dentro de la ciudad.

 

Una barra de madera, ubicada a la altura de la cabeza de un burro, cruza toda la callejuela y nos obliga a hacer una reverencia al pasar, indicándonos la cercanía de la zagüilla de Mulay Idris II: venerada tumba del fundador de la ciudad, lugar sagrado de peregrinación de los musulmanes (donde no pueden entrar los infieles). Una mirada a través de la puerta nos revela una atmosfera devota y mística, huele a incienso, y vemos a numerosas mujeres que llevan encendidas velas para pedir la bendición de fundador.

 

      

 

Desde la plaza Atarín es sencillo llegar hasta el río Fas, a cuyas orillas se encuentran las famosas tenerías. El olfato nos indica claramente que hemos llegado a Chouaras Tanneries, con su penetrante olor a cuero curtido de las pieles de los animales, proceso que realizan en cubas como antaño, con los excrementos de las palomas. Junto a ellas, vemos las coloridas cubas de tinte, donde se sumergen las pieles, que luego se disponen en los tejados cercanos para su secado. Es un trabajo duro, rodeado de fétidos olores (para no agredir las pituitarias de los turistas, ofrecen una ramita de menta), pero muy bien remunerado, por lo que el oficio pasa muchas veces de padres a hijos.

 

En la median de Fez hay numerosos restaurantes, la mayoría modestos y algunos lujosos, pero todos ellos asequibles a bolsillos occidentales, donde disfrutar de su gastronomía: un tajine de pollo con aceitunas; un cucús elaborado con sémola, diversos tipos de carnes y verduras; un pincho moruno o kebab de cordero; sus sabrosas albóndigas (kefta), o la deliciosa bastela, elaborada con finas capas de hojaldre rellenas de pichón y almendras.

 

      

 

Cuando tengamos una cierta sensación de agobio en la medina, por sus estrechas callejuelas y continuo bullicio, es el momento idóneo para recorrer Fez el-Jédid (la nueva Fez), construida extramuros por los Meriníes, donde disponían de más espacio para sus palacios, cuidados jardines, y mezquitas. Allí ubicaron a la población judía, en el barrio del Mellah, en cuya judería podemos encontrar animados zocos y algunos puestos de orfebres. Aunque su mayor atractivo es el Dar el-Majzén, el suntuoso Palacio Real, del que solo podemos admirar sus suntuosas puertas.

 

Durante el periodo colonial, los franceses construyeron la ville nouvelle, diseñada como una gran cuadricula, con amplias avenidas, donde hoy en día se encuentran los hoteles internacionales y los bancos, así como numerosos restaurantes y cafeterías. El contraste con la medina es fabuloso, pues se respira un aire moderno y occidental, con un animado bullicio nocturno, pero que carece del encanto de la vieja Fez.

 

      

 

La milenaria medina de Fez se ha convertido en una seductora máquina del tiempo, que nos transporta a la época medieval, con sus artesanos, mezquitas, intensos olores de sus zocos, y tradiciones bien preservadas, que seducen al viajero dispuesto a franquear este singular laberinto del tiempo.

 

Texto y fotografías: Jesús Bernad



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