Reportajes

30 octubre, 2011

El renacer de los vinos de Sudáfrica

Trescientos años de historia vinícola señorea entre las mansión coloniales de arquitectura holandesa del Cabo.


Los vinos sudafricanos de la región del Cabo se consideraban tan solo hace dos décadas entre los mejores del Nuevo Mundo, pero su impulso se frenó principalmente por tres factores: el boicot económico que sufrió el país en la década de los ochenta, por las leyes racistas que sometían a la mayoritaria población negra; numerosos viñedos estaban infectados por virus que impedían la plena madurez de la uva a pocas semanas de la vendimia, y que transmitían a los vinos sabores amargos; y por último, la variedad de uva emblemática del país, la Pinotage, era poco apreciada en los mercados internacionales por su extraña personalidad.

 

 

Este panorama cambió en 1994 cuando Nelson Mandela alcanzó el poder, eliminándose el boicot comercial a los vinos sudafricanos; además, más de la mitad de los viñedos del país han sido replantados libres de virus, a la vez que se ha incentivado el cultivo de variedades internacionales de gran calidad como la blanca Sauvignon Blanc y la tinta Shiraz, responsables en la actualidad de los mejores vinos del país. La gran modernización de las bodegas, así como el espíritu inquieto de muchos de sus jóvenes enólogos, con amplia experiencia internacional, es el motor de un nuevo estilo de vinos modernos, de gran expresión frutal, que seducen a numerosos aficionados en el mundo.

 

El extremo meridional del continente africano fue avistado por los europeos en 1498, cuando Vasco de Gama dobló el Cabo de Buena Esperanza, aunque fueron los holandeses los que se asentaron a los pies de la emblemática Table Mountain, origen de la actual Ciudad del Cabo; desde entonces, esta población tendría un papel fundamental en el aprovisionamiento de los barcos que realizaban la Ruta de las Especias a Oriente, siendo la puerta de entrada a  la colonización europea al país.

 

         

 

El primer viñedo fue plantado en el valle de Constantia, a 20 kilómetros al sur de la ciudad, por el primer gobernador de la región del Cabo, Simon van der Stel, con uvas Moscatel. Durante el siglo XVIII, el vino dulce de Constantia se convirtió en uno de los más deseados en las cortes europeas, junto al Tokay húngaro, que sirvió para aliviar los últimos años de cautiverio de Napoleón en la isla de Santa Elena.

 

Este valle de Constantia disfruta de la pluviometría más alta de Sudáfrica, por las nubes del océano Atlántico que descarga su abundante lluvia al encontrarse con la cadena montañosa de Constantiaberg, y las continuas brisas marinas procedentes de False Bay, que refrescan la temperatura y permiten una mejor madurez a las uvas.

 

La esplendorosa mansión de Groot Constantia fue declarada patrimonio histórico del país, por ser el primer ejemplo de la original arquitectura colonial holandesa del Cabo. Son las variedades blancas las que mejores resultados están dando en este valle, como los perfumados Riesling y Gewurtraminer, pero tal vez es el Sauvignon Blanc de la bodega Steenberg el mejor ejemplo del potencial de los vinos de la región: de gran frescor, vibrante afrutamiento y seductor final mineral.

 

        

 

Klein Constantia, cuyos viñedos están en la misma ladera de la montaña donde estuvieron los originarios del primer gobernador, ha recuperado el legendario vino dulce de Constantia, tras 140 años de su desaparición. Hace dos décadas plantaron siete hectáreas de Moscatel de Frontignac, cuyas uvas vendimian ligeramente pasificadas y el vino fermenta durante dos años en barricas de roble. El resultado es el Vin de Constantia: meloso, fragante, de envolvente paladar y embriagadora elegancia.

 

La capital del vino Sudafricano es Stellenbosch, ubicada a 40 kilómetros al este de Ciudad del Cabo, fundada por los primeros colonos en su viaje al interior. Entre las bellas mansiones victorianas de blancas fachadas sombreadas por los centenarios robles, se encuentra la sede del vanguardista Instituto Enológico Nietvoorbij, donde nació en 1973 la denominación Wine of Origin, sistema de clasificación que garantiza el origen de la uva.

 

En esta institución surgió también la variedad Pinotage, fruto del cruce de la Pinot Noir de La Borgoña, con la variedad Cinsault del valle del Ródano. En 1961 la bodega Kanonkop embotelló el primer Pinotage, vino que despierta pasiones encontradas en el país: algunos consideran que es el mejor ejemplo de vino autóctono, a pesar de su intenso amargor, mientras otros como Adí Badenhorst, prestigioso winemaker de Rustenberg, afirma que el “Pinotage taste like devil”, (vaya, que sabe a demonios).

 

        

 

La importante región de Stellenbosch cimenta su prestigio en los sabrosos vinos tintos, como los que elabora Vergelegen, bodega fundada en 1700 por Willen Adriaan, hijo del gobernador del Cabo, de exquisitos jardines y majestuosas mansiones. La moderna bodega octogonal, en lo alto de la colina, está construida a distintas alturas para que el vino fluya por gravedad, y su emblema es el potente Shiraz, de enorme cuerpo y color.

 

En las montañas de Stellenbosch, al norte de la ciudad, encontramos la fotogénica fachada de Rustenberg, cuyo polémico enólogo defiende un estilo de vinos de coupage, de corte europeo, frente a la simpleza frutal del Nuevo Mundo, y como ejemplo su John X Merriman, que madura al menos un año en la botella, algo inusual en el país.

 

En la cara norte de la montaña destaca el cañón de Kanonkop, que avisaba a los granjeros de la llegada de barcos al puerto, y cuyo propietario, Johann Krige es el mayor defensor de la Pinotage, vino que elabora al puro estilo borgoñón, y considera que son los vinos más longevos de país, aunque lamenta que no sean apreciados por todos. La mejor bodega de Sudáfrica en la década de los noventa fue Thelema, y que todavía mantiene muchos adeptos por su sabroso Chardonnay fermentado en barrica de roble, aunque su emblema es el Cabernet Sauvignon, que alcanza unas cotas de armonía que lo sitúan en el podio mundial.

 

           

 

A tan solo 20 kilómetros al norte de Stellenbosch descubrimos la región de Paarl, de clima más cálido que la anterior región por no recibir las brisas marinas, y en cuyas extensas llanuras se cultiva una quinta parte de las uvas del país. La señorial avenida principal esta coronada por la redondeada mole de granito que refulge como una perla tras la lluvia, é inspira su nombre.

 

El cercano valle de Franschhoek, de marcada influencia francesa, cuenta con algunos de los mejores restaurantes de la región. Ubicado entre altas montañas, es un valle más fresco y lluvioso que Paarl, y en esta región destaca  su vino espumoso elaborado por el método tradicional, de uvas Chardonnay y Pinot Noir, conocido popularmente como Cap Classique. Uno de los mejores es el de la tricentenaria bodega Bochendal, fundada por un hugonote francés, aunque su propietario más conocido fue el magnate de los diamantes Cecil Rhodes.

 

Culminamos este periplo de los mejores vinos de Sudáfrica en Walker Bay, región ubicada a 120 kilómetros al suroeste de Ciudad del Cabo, considerada la más fría del país por las gélidas brisas del océano. Al norte de Hermanus, población costera que se ha convertido en un excelente observatorio de ballenas, se encuentra el ondulado valle donde se cultivan las variedades Chardonnay y Pinot Noir. Dos bodegas destacan entre todas: Bouchard-Finlayson, y Hamilton Russell, productores de los mejores vinos de Pinot Noir del país.

 

           

 

Sudáfrica se ha consolidado como un universo vinícola propio, siendo la región del Cabo donde disfrutamos de los vibrantes
blancos de Sauvignon Blanc, los poderosos tintos de Shiraz, los complejos tintos de coupage, y los voluptuosos dulces de Moscatel, creando un estilo propio que comparte la frutosidad de los vinos del Nuevo Mundo, pero con la finura y complejidad de los europeos. Una combinación explosiva, que bien merece ser descubierta.

 

Texto y fotografías: Jesús Bernad



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